Back in June, while still there, I was thinking of Mexico. I dreamed about what I would miss here. One of my friends in Guanajuato asked me: but aren't you excited to go back? - quite sincerely, and I agree with him now. I am quite happy to be home. There's the sense of rediscovering the familiar. Here I have friends and family in abundance, and there's no greater pleasure than falling into conversation with pals that you haven't seen in a year, but with whom it appears only a day has passed; or to call a relative on the phone and hear their voice. I enjoy the small things too: the easy availability of crumpets and the ritual of tea at three o'clock, as well as being able to talk British English again, and say things like "o'clock".
I still miss Mexico, miss Latin America, miss speaking Spanish. I suppose the novelty factor was still present. After four months in the country I was still a stranger in a strange land. Also, while I was exotic to Mexico, Mexico was exotic to me. London's quirks are too well-known to me to be charming, and when the quirks are disagreeable, I find myself grumbling. For example: it is raining here intermittently, the cloud showers turning on and off like a leaky faucet. I am disgruntled. However, I know from friends' Facebook that it is also raining in Colima, Mexico. Would this have upset me if I lived there? Not at all! I would have been fascinated. My thoughts would run wild (Perhaps the unseasonable rain could be attributed to the El Nino weather phenomenon. Look at how the streets shine in the wet! And did you know the Spanish verb for drizzle is 'chispear'?). Pessimistically, with a glass half-full of rainwater, you could say that I loved Mexico so much because its frustrations had not yet become familiar enough to me. (We hadn't been in a relationship long enough to see each others' flaws). However, I am an optimist. The sun has just come out in London, and there are so many things to enjoy here at home. In addition, I know that I have another home-from-home that is only six hours away across the Atlantic. Yesterday I took a shorter journey, and followed the Northern line from London Bridge to Chalk Farm. While looking at the Tube stops, a thought occurred to me, one so wonderful that it came with a rush of euphoria. I knew where I was and which stop I had to get off at. My time here in London was short, this visit and that feeling fleeting. No matter if things here were bad or good, they were temporary, and what my time abroad had given me was the marvellous knowledge that I could start over again anywhere else in the world, afresh and afraid and adrift with no friends as ballast, and in a matter of days or weeks, once again I would be fine.
Acaba de parar a llover, y un sol débil brilla en el cielo
azul y se seca las calles de Londres. Me sorprendió la primera vez que oí la
palabra 'chispear' en español; había pensado que este fenómeno de lluvia ligera
era único para el Reino Unido, pero ocurre en Latino América también. Hay cosas
en común entre el Reino Unido y México, más cosas que hubiera pensado: la gente
es simpática; siempre hay más de hacer que hay tiempo en el día; y chispea en cada
parte del mundo.
Yo me aburre de mi proprio país. Creo
que esto solo llego a ser un problema cuando empiezas a viajar: si no sabes lo
que te falle, no vayas a extrañar por un lugar exótico, que nunca has visitado.
A veces, cuando se viaje, se encuentra un lugar que parece a quedarse mejor que
su propio país. Tengo un amigo ingles quien vive en Vancouver, y la ciudad es
la encarnación física de su personalidad. Por mi parte, creo que México me quedó
muy bien: por la música y la comida, por supuesto, pero además por la riqueza
de la lengua y la franqueza de la gente, y el antojo que tenían por las cosas pequeñas,
por la vida cuotidiana.
Creo que estar enamorado de un lugar
sea como estar enamorada de alguien. Al principio, te lo encanta cada parte: su
voz, por ejemplo, o las voces que escuchas en las calles; su disposición (una
persona o una ciudad cálida); su apariencia (el estilo personal de tu novia, o
las casas coloridas de un barrio). Hasta sus ademanes llegan a ser
encantadores, y sus fallas: si tu novio siempre esta tarde, o si siempre hay tráfico.
Cuando sientes amor, perdonas todo; pero de poco en poco, cuando vienen a estar
más familiares del uno a otro, se puede dar cuenta de las fallas que te enojan.
Bueno: todavía estoy joven, y ahorita no quiero vincularme por siempre con
alguien o cualquier lugar en particular. Esta pregunta llegaran cuando estaré más
madura: ¿Estoy lista a envejecer contigo?
Hay un libro que me encanta, que hace
poco tiempo leí. Se llama 'The Art of Travel', escrito por Alain de Botton. En un
capitulo, el autor describe un vacación en Barbados que hice hace unos años.
Una noche, estaba parado en un balcón del hotel en donde estaba quedando. La
vista era increíble, con palmas onduladas en la brisa suave, y un olor delicioso
que vino de un sinfín de flores exóticas - sin embargo, él autor sintió mal. ¿Porque
no pudiera aprovechar de este momento, si estaba (como pareció) en paraíso? Él escribe: “A
momentous but until then overlooked fact was making its first appearance: that
I had inadvertently brought myself with me to the island.” (En resumen: “de repente me ocurrió, un hecho que hasta ahorita no me ha tocado: que, sin querer, yo he
llevado conmigo en este vacación yo mismo.”) Yo sé que no he pasado suficiente
tiempo ni en México ni en Ecuador ni en Colombia de fastidiar de ningún país,
tampoco de permitir que el país descubriría unas de mis fallas numerosas. Cada
vez que partí del país, era antes que podría comprender las partes malas. Lo
que tendré que buscar, en la vida que viene, es un país o una persona que me querrá
aún después de la etapa primera, en cuando estamos enamorados de todo. Creo que
haya encontrado unos lugares que puedan llevar bien con mi idea de lugares
perfectos - pero sólo el tiempo dirá. Mientras que espera, sigo soñando de
Latino América, y sigo viviendo en el Reino Unido. Ya tengo ganas de mi próxima
vez allá, el año que viene, en cuando iré a Guatemala. Entre ahora y luego,
tengo dos amantes de visitar, uno nuevo y uno viejo. ¡Edimburgo y Bristol, nos
vemos pronto!
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